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martes, 26 de marzo de 2019

La extrañeza misma



«O te sentías desolado, o impasible de puro agotamiento, como un poeta que ha mantenido una charla con demonios. Y no de miedo o de preocupación, como sucedía antes cuando veíamos un edificio destruido entre diez intactos. Porque por aquel entonces podíamos sentir la pérdida de ese edificio, arrancado de en medio de los vivos, y al mismo tiempo temblar por la vida de los otros. Pero entonces, ¿Cuando no quedaba nada? No era el cadáver de la ciudad, no era un muerto conocido el que nos decía: “Ay, ayer, cuando aún vivía, era tu hogar…” No, no había necesidad de lamentarse por la muerte de nada y de nadie. Lo que nos rodeaba no recordaba en absoluto lo que habíamos perdido. No tenía nada que ver. Era algo distinto, la extrañeza misma, lo imposible por antonomasia»

Hans Erich Nossack, El hundimiento.
Ed. la uña rota, Segovia (2010), p. 56
#RIPLaMundial


martes, 12 de marzo de 2019

La hora crítica de La Mundial


Debo muchas cosas a esta edificación singular, La Mundial, un antiguo palacete (de los Condes de Benahavís) devenido en pensión en su penúltima época y en símbolo de la defensa del patrimonio en la más reciente. Le debo, ante todo, el haber conocido a un grupo de gente extraordinaria implicada en su protección, entusiasta y generosa, luchadora sin otro interés que el ideal de una ciudad mejor que legar a nuestra descendencia. Personas de todos los perfiles e ideologías con las que es improbable que hubiese coincidido de no ser por esta circunstancia, y cuya amistad hoy atesoro.
También le debo a La Mundial mi no planeada trayectoria de columnista en prensa, que comenzó cuando La Opinión de Málaga se interesó por la publicación de un artículo que yo había escrito en este blog, "Moneo en la Mundial". Dicho artículo acabó impreso en ese diario en septiembre de 2013 y le han seguido varios centenares más, tanto en ese periódico como en Diario SUR. Desde entonces me he prometido a mí mismo en varias ocasiones no volver a escribir más sobre La Mundial, por ser cuestión que me ha ocasionado un desgaste personal notable; promesa que, sin embargo, he incumplido otras tantas veces.
El sábado pasado se produjo una nueva concentración ante el sentenciado edificio que los asistentes consideramos como una despedida, concedida como estaba la licencia de demolición por parte de la Gerencia de Urbanismo, y durante la cual hice el dibujo rápido que encabeza estas líneas. Sin embargo, este lunes, un juez suspendía la demolición de forma cautelar atendiendo a una solicitud de la plataforma #SalvemosLaMundial. ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? 
A la espera del desenlace, me ha parecido oportuno recopilar los diferentes textos que he escrito al respecto, en los que he tratado de exponer con argumentos serios y honestidad intelectual mi posición ante lo que considero un proyecto que atenta contra el paisaje urbano histórico y el patrimonio edificado de Málaga; los cuales enlazo a continuación.

1) Artículos en este blog:
"Construimos el futuro", 07/03/2013

2) Tribunas de opinión:
"Rafael Moneo en La Mundial", en La Opinión de Málaga, 22/09/2013
"La Mundial a ojos de un arquitecto", en La Opinión de Málaga, 15/03/2014
"Acerca de la yihad del conservacionismo", en Diario SUR, 11/08/2018

3) Columnas de opinión:
"Cinco minutos más", en La Opinión de Málaga, 06/06/2015
"La Mundial y el progreso", en La Opinión de Málaga, 31/10/2015
"Nasrudín y La Mundial", en La Opinión de Málaga, 27/02/2016
"Con cuatro duros", en La Opinión de Málaga, 23/07/2016
"Una nueva acepción de urbanismo", en La Opinión de Málaga, 28/07/2018
"Pues ya no voy a la fiesta", en La Opinión de Málaga, 02/03/2019


(Por cierto, La Mundial también me ha animado a abordar otros estilos de dibujo diferentes a los habituales...)

jueves, 13 de marzo de 2014

La Mundial, a ojos de un arquitecto

Pensión La Mundial

Las ciudades son reflejo de las sociedades que las producen.
Hay ciudades que muestran como señas de identidad palacios aristocráticos de ocultos y suntuosos patios, arquitecturas vernáculas y pintorescas o iglesias barrocas de recargada decoración.

No es que en Málaga no tengamos algo de todo eso (tenemos, por ejemplo, una de las más espaciosas y luminosas catedrales españolas) pero quizá nuestros mayores logros, aquéllos en los que con mayor orgullo nos reconocemos, están relacionados con una noción del espacio público que nos acerca mucho a Europa. De igual manera, nuestros principales monumentos urbanos no son estatuas ecuestres o efigies regias, sino imágenes de industriales o conmemoraciones de caídos por la libertad. Que cada cual juzgue para sí si esto es bueno o malo –yo desde luego tengo clara la respuesta-, pero esto es lo que somos. O lo que soñamos ser en un momento señalado de nuestra dilatada historia.

Gran parte de lo que hoy percibimos como nuestra identidad se corresponde con el coraje de unos visionarios que soñaron una ciudad nueva y la modelaron de acuerdo a este ideal, con el respaldo de una incipiente industrialización luego truncada, que vio surgir en nuestro suelo los primeros altos hornos españoles.

La ciudad burguesa del siglo XIX produjo unos espacios de proporciones equilibradas y delimitados por fachadas igualmente armoniosas; en ellas primaba un sentido del orden, animado por sutiles variaciones, que hacía que la ciudad pudiese leerse como una única partitura. Y en esta gran pieza musical, incluso las residencias de los personajes más notables se plegaban a este orden, renunciando a gestos de protagonismo ornamentales. Por eso las fachadas de palacios de familias como los Larios se integraban perfectamente en la escena sin destacar apenas. La calidad de cada una de las piezas es alta, pero el “efecto grupo” es lo que confiere al conjunto un valor sorprendente.

Málaga, Plaza del Carbón

El palacete de los Condes de Benahavís tampoco incumplía esta premisa. Voces más autorizadas que yo han investigado y justificado perfectamente desde el campo de la historia el valor de este edificio, hoy más conocido como “La Mundial”.

Ahora me gustaría exponer, como arquitecto, porqué La Mundial es tan buen edificio.

La Mundial contiene elementos que son estupendas piezas de artesanía, como los herrajes, los cierros o la decoración interior; este hecho le confiere un incuestionable valor añadido, pero no lo convierte automáticamente en un buen edificio. Lo que lo convierte en una excelente muestra de buena arquitectura es la manera admirable en que se ubica en un lugar y un  tiempo determinados. Es un edificio pensado de forma inequívoca para ese emplazamiento y para ningún otro.

Como se dice más arriba, al contrario de las construcciones de los nuevos ricos, el edificio se inserta discretamente en la trama urbana, mostrando una cara sobria y una composición de huecos similar a las de las construcciones circundantes. Sin embargo, siendo tan buen arquitecto, Eduardo Strachan -su proyectista- reconoce sin dudar la singularidad del solar que le es encomendado y, sin estridencias pero con maestría, resuelve el remate de la pieza del Hoyo de Esparteros. Su tipología constituye una verdadera rareza en el parcelario por razones de morfogénesis urbana, como ya expuse en otra ocasión. Y Strachan atiende a la doble circunstancia de ser remate de una larga “península” y de, por otra parte, estar abierta a la plaza por el lado de levante y orientada  a una calle secundaria –el pasillo de Atocha- por poniente.

Del fuerte sentido direccional que le imprime la longitudinalidad de la pieza resulta una forma casi náutica, a modo de proa, conformada por esa doble curvatura en las esquinas tan característica de la arquitectura malagueña de la época, y el ático retranqueado componiendo con su azotea una especie de puente de mando rematado por balaustres. Casi un barco a punto de partir.

Pero la aparente simetría es inexistente en la planta. El formalismo antes descrito se acomoda ahora a las claves sugeridas por el lugar: con un acusado sentido de la teatralidad, las dependencias más importantes se abren al Hoyo de Esparteros, mientras que los espacios de servicio y la escalera se desplazan a la trasera, al pasillo de Atocha. En el primer caso, huecos regulares y balcones volados, una fachada representativa; en el segundo, huecos más pequeños, heterogéneos y diseñados de acuerdo a la función de la habitación a la que dan luz y vistas.

Y los cierros. El gesto más sorprendente de todos. Asomando a los moradores en visión de abanico tanto al Hoyo como a la Alameda, a través de Calle Ordóñez; pero evitando mirar al entorno menos noble, aunque la composición resultante evidencie esa asimetría.

Porque, como dijo Frank Lloyd Wright, Buildings, too, are children of Earth and Sun.

En su día argumenté porqué me parece tan desafortunada la intervención proyectada por la promotora Braser en Hoyo de Esparteros. Intervención que implica la demolición de La Mundial y la construcción de una réplica en otro lugar del entorno, en un lamentable ejercicio de copy-paste que no solamente desvirtuará su materialidad constructiva al reproducirlo con técnicas actuales sino que convertirán en incomprensibles las sutiles claves con las que Strachan hilvanó su proyecto, empapándose del genio del lugar. La Mundial tiene sentido solamente en su emplazamiento actual, para el que fue pensada, y su reconstrucción en otro lugar es un absurdo desde el punto de vista arquitectónico. La fachada representativa que Strachan proyectó como tribuna quedará ahora arrinconada, y la trasera ganará un imprevisto protagonismo desde las orillas del Guadalmedina. Y el airoso navío a punto de hacerse a la mar se convertirá en un pequeño Titanic a punto de colisionar con un enorme iceberg.

Se trata en definitiva en un gesto de cara a la galería de falsa protección del patrimonio.

Antes definí a la Málaga decimonónica como un proyecto de ciudad europea y moderna que quedó inconcluso. Claro que hablo de hace siglo y medio. Después vinieron los bloques de la Malagueta y el Málaga Palacio. Quizás sería bueno definir a cuál de esas dos facetas de lo que fuimos -somos- queremos parecernos.

Málaga, Calle Larios