Para un biólogo pocos fenómenos hay más fascinantes que el proceso de colonización por parte de los primeros seres vivos de un lugar desolado. Es por eso que se frotan las manos tras una erupción volcánica, ansiosos por descubrir el retorno de la vida a superficies de lava aún caliente o espacios abiertos sepultados por la ceniza. La ciudad de Prypiat, vecina a la central nuclear de Chernóbil, es otro de esos laboratorios en los que se evalúa la capacidad de los organismos para sobrevivir en entornos hostiles.
De forma análoga, mientras dibujaba a estos colosos de hormigón que miran a mar abierto -como unos descomunales moáis pero a la inversa- en medio del paisaje pétreo se abrió una puerta; una chica extranjera salía a tender la ropa en la azotea de su edificio. Todo un mensaje de esperanza: la vida siempre acaba abriéndose paso.
For a biologist there is hardly a more fascinating phenomena that the process of colonization of a desolate place by the first living creatures. That's why they are rubbing their hands after a
volcanic eruption, eager to discover the return of life on still hot lava surfaces or open spaces buried by ashes. The city
of Prypiat, next to the Chernobyl nuclear power plant, is another of those laboratories in which the ability of living organisms to survive in hostile environments is evaluated.
Similarly, while drawing these concrete behemoths that look out to sea, as huge moai row in reverse, in the middle of the stoned landscape a door opened, and a foreign girl came out to hang her clothes out on the roof of the building . All a message of hope: life always comes through.