Ejercer el derecho al voto a última hora invita a sentarse a continuación a tomar algo en una terraza. La tarde va cayendo sobre unas calles semidesiertas; un tedio extraño se extiende, animado sólo por las piruetas de los vencejos. Lo achaco a que mis conciudadanos estarán pendientes del escrutinio electoral.
A la hora de volver a casa, paso frente a varios bares y cafeterías: todos sintonizan en sus televisores la misma cadena, y los parroquianos miran a la pantalla, atentos al resultado.
De un partido de fútbol.
Vivo en un país muy raro.